Luego de meses de discusiones y conflictos, el gobierno decidió relocalizar Chaitén en Santa Bárbara, ubicada a 12 kilómetros del área afectada por el volcán. La decisión se basó en los estudios de las universidades Católica y Austral, los cuales demostraron su validez luego de los eventos surgidos en febrero. […]
Luego de meses de discusiones y conflictos, el gobierno decidió relocalizar Chaitén en Santa Bárbara, ubicada a 12 kilómetros del área afectada por el volcán. La decisión se basó en los estudios de las universidades Católica y Austral, los cuales demostraron su validez luego de los eventos surgidos en febrero. Pese a ello, la calma está lejos de llegar. La reconstrucción de Chaitén ha abierto nuevo debate sobre la pertinencia de levantar una ciudad desde cero. Si bien es inviable mantener el asentamiento actual, han surgido voces que alertan el riesgo de crear una ciudad sin alma ni arraigo, calificando la medida como un “capricho de urbanistas”.
Paradójicamente Chaitén nació de motivaciones parecidas a las que generan estas aprensiones: una decisión política que buscaba colonizar un territorio inexplorado, lo que necesariamente implicaba fundar una ciudad desde cero. El arraigo surgió espontáneamente a medida que Chaitén fue creciendo y que los colonos decidieron asentarse con familias y negocios. En ello, el diseño de la ciudad poco influyó. De hecho, sus 40 manzanas son muy parecidas a ciudades tan disímiles como Paillaco o Angol.
En este contexto, es erróneo pensar que una propuesta de diseño urbano, por más participativa que sea, podrá garantizar que los chaiteninos se sentirán plenamente identificados o que permanecerán en el nuevo asentamiento. Este proceso sólo se dará en el tiempo, a medida que los residentes habiten y creen lazos con la nueva ciudad. En el intertanto, el Estado debe generar condiciones que faciliten este proceso, las cuales trascienden el ámbito de la arquitectura o el urbanismo.
Como en toda colonización, lo más importante es crear incentivos económicos para que las familias migren hacia Nueva Chaitén. Además de entregar tierras y viviendas de calidad, se deberá compensar adecuadamente a los propietarios que perdieron todo en la ciudad original. Por otro lado, se necesitarán medidas que garanticen la creación de empleo estable, contexto donde el fomento al turismo de intereses especiales jugará un papel muy relevante.
En segundo lugar, es fundamental que se mejore la conectividad de Chaitén con el resto del país. Esto requiere completar el plan propuesto por el MOP para “alargar” Chile e integrar Chiloé continental, mejorando la infraestructura de caminos, puertos y aeródromos.
De poco servirá crear una ciudad modelo si su emplazamiento sigue presentando el mismo nivel de aislamiento de ahora.
Sólo con estas bases económicas y de infraestructura, el diseño urbano podrá aportar en la creación de una ciudad sustentable y atractiva para vivir. En este trabajo debieran valorizarse los atributos paisajísticos que constituyen gran parte del apego que sienten los habitantes por su territorio y que lo distinguen de Angol o Paillaco. También ayudaría que los vecinos participen en las decisiones más importantes y que puedan ver algunas huellas del asentamiento original en el diseño de avenidas o espacios públicos.
Por último, es necesario que se mantenga la relación con la ciudad actual, la cual no puede ser desmantelada totalmente. Debieran mantenerse algunas viviendas que puedan ser visitadas por turistas y antiguos residentes, realzando su trama vial ortogonal mediante parques y nuevos espacios públicos. Además de fortalecer el turismo, esta ciudad museo permitirá recordar el valor de los colonos que fundaron este territorio con pocos recursos, mucho arrojo y una cobertura mediática significativamente menor.
Iván Poduje
Arquitecto, Magíster en Desarrollo Urbano