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Detonantes Urbanos

Ciudades del futuro. ¿Puede la inversión en ciudad garantizar dividendos económicos, o es factible intentar posicionar o poner en el mapa a una ciudad con obras de gran envergadura? Y en el caso de Santiago o de Chile, ¿Qué obra podría ser esa catapulta? por Camila Miranda. Les pedimos a […]

Ciudades del futuro. ¿Puede la inversión en ciudad garantizar dividendos económicos, o es factible intentar posicionar o poner en el mapa a una ciudad con obras de gran envergadura? Y en el caso de Santiago o de Chile, ¿Qué obra podría ser esa catapulta?

por Camila Miranda.

Les pedimos a cuatro arquitectos que propusieran esa gran obra para Santiago o para otra ciudad y nos encontramos con que, mas que a rascacielos al estilo de Dubai, apostaron a obras muy aterrizadas. En parte, porque, cuando hablamos de grandes proyectos urbanos, estos pueden ser detonadores de actividad o, simplemente, convertirse en elefantes blancos.Nerón y la ciudad imperial; Da Vinci y Milán; Napoleón III y París; Vicuña Mackenna y Santiago; Burnham y Chicago; Mitterrand y París, una vez más… Definitivamente la idea, o la ilusión, de crear y transformar la ciudad ha sido una constante. Necesidades de espacio, mejoras en salubridad, desastres o simplemente vanidad, por nombrar algunos factores, han atizado el cambio en las urbes de todos los tiempos.

Obviamente hoy no es distinto. Presidentes, alcaldes, empresarios, arquitectos y urbanistas siguen buscando inmortalizarse o poner a sus ciudades a la vanguardia mundial, a través de grandes obras o proyectos.

Puerto Madero en Buenos Aires, Argentina

Pero, para ser justos, no se trata sólo de gloria, sino también de números. Invertir en la ciudad o apostar a grandes proyectos puede tener beneficios económicos importantes. Una idea que no es nueva. Después del incendio de Chicago en 1871, el arquitecto a cargo de la reconstrucción, Daniel Burnham, recurrió nada menos que a las transformaciones del París de Napoleón III –y llevadas adelantes por el barón Georges Eugène Haussmann–, para convencer a las autoridades y a los banqueros de que le dieran los recursos para construir la ciudad que conocemos. Su argumento fue simple: tal como había ocurrido en la ciudad luz, invertir en la urbe traería dividendos simplemente por el turismo asociado a la belleza del lugar. Probablemente no se equivocó…

¿Puede una inversión en ciudad garantizar dividendos económicos, o es factible intentar posicionar o poner en el mapa a una ciudad con obras de gran envergadura? Y, en el caso de Santiago o de Chile, ¿qué obra podría ser esa catapulta?

Les pedimos a cuatro arquitectos que propusieron esa gran obra para Santiago o para otra ciudad (hacer click aquí) y nos encontramos con que más que a rascacielos al estilo de Dubai, apostaron a obras muy aterrizadas. En parte, porque probablemente no existe esa gran obra capaz de poner una ciudad en el mapa mundial, y proponérselo como único objetivo es arriesgado. Y porque en definitiva, cuando hablamos de grandes proyectos urbanos, éstos pueden ser detonadores de actividad o, simplemente, convertirse en elefantes blancos, como advierte el socio de Atisba y magíster en desarrollo urbano Iván Poduje.

Casos detonadores

Tras años de bajo crecimiento económico, Barcelona en los 80 tenía casi un 20% de cesantía. En ese contexto, la ciudad fue propuesta por el alcalde de ese entonces, Narcis Serra, para sede de los Juegos Olímpicos de 1992. El desafío era grande y, a diferencia de otros torneos, la ciudad de Gaudí decidió dispersar los nuevos proyectos de infraestructura y conectarlos con una importante red de transporte y telecomunicaciones, cuenta Poduje.

Puerto Olímpico en Barcelona, España

Las metas fueron recuperar el borde costero, mejorar el transporte público, la infraestructura deportiva y un plan de áreas verdes, obras que permitieron a estos juegos sentar las bases para crear la marca Barcelona y que actualmente genera beneficios que van desde el turismo hasta la llegada de empresa multinacionales.

Para tener una idea, la inversión total, directa e indirecta, en las olimpiadas fue de 9.376 millones de dólares –con un aporte privado importante– y se estima que la ciudad duplicó el monto invertido sólo por concepto turístico y atracción de inversiones.

También en España existe otro proyecto emblemático: Bilbao. Aunque gran parte del éxito de la ciudad se atribuye a la instalación del Guggenheim, lo cierto es que la llegada de este museo fue parte de un plan mayor. Aprovechando la necesidad de sanear el río Nervión y evitar las inundaciones, se trazó un plan para recuperar los suelos del antiguo puerto fluvial, que se había desplazado a la costa. Se trataba de terrenos degradados, pero muy centrales. A este plan se añadieron una red de metro y una mayor conectividad.

La rehabilitación del río y de los suelos aledaños costó 630 millones de dólares, de los cuales el 25% fue para el Guggenheim. Una suma tan criticada como el edificio del arquitecto norteamericano Frank O. Gehry.

Sin embargo, el riesgo rindió dividendos. Hoy se estima que sólo el museo generó por turismo y actividad económica asociada 2.229 millones de dólares en los 5 años siguientes a la inauguración en 1997, y le entregó al fisco 279 millones de dólares.

Un ejemplo más cercano es Puerto Madero, en Buenos Aires, que también fue un proyecto de recuperación de espacios centrales, pero que estaban olvidados. La principal operación fue la recuperación de los docks o almacenes ubicados en los muelles del borde oeste de los diques, y que se declaró como área de protección patrimonial. Se abrieron calles y avenidas, se crearon plazas y parques y se restauró la infraestructura histórica.

En total, el Estado invirtió 1.000 millones de dólares aproximadamente y se estima que sólo en inversión inmobiliaria el sector privado aportó 3.000 millones de dólares, sin considerar los beneficios por patentes, impuestos o empleos. Hoy no sólo se ha transformado en el barrio más caro de la ciudad, sino que en el gran distrito comercial y de negocios de la capital argentina.

Elefantes blancos

Sin embargo, no siempre un plan de estas características tiene éxito. Como explica el director de la escuela de Arquitectura de la Universidad Diego Portales, Ricardo Abuauad, no existe una receta infalible para obtener réditos de una inversión en infraestructura o urbana. Es más, explica, muchas veces puede ser peligroso tratar de reproducir los ejemplos tipo Bilbao.

“Muchos alcaldes perciben que el asunto se logra por la espectacularidad y la escala superlativa de los proyectos, y no es así. Por intentar adquirir para un plan una escala parecida a la del Guggenheim, se puede terminar haciendo una obra muy superior a lo aconsejable”, subraya.

El arquitecto de la Universidad de Chile Ernesto López va más allá: “yo me sacaría el fetichismo de la gran obra pública, tan Lagos acá y tan Mitterrand en Francia. Creo más en lo inmaterial, en cómo mejoramos la calidad de vida de las personas, y eso en Santiago pasa por mejorar el transporte o eliminar la contaminación”, precisa.

Domo del milenio en Londres, Inglaterra

Sus últimos cuatro años los vivió en Londres, donde hizo un doctorado en planificación urbana en la University College London. Al sureste de la city, de hecho, se encuentra un elefante blanco que pretendió ser la punta de lanza de un nuevo desarrollo: el Domo del Milenio. Levantado en 1999 para celebrar el inicio del tercer milenio, costó cerca de 1.500 millones de dólares que nunca fueron recuperados. Desde entonces se ha intentado darle una utilidad al proyecto, sin éxito. Incluso hubo un casino negociando para instalarse en él, anota López.

Y es que aunque suene de perogrullo, tan importante como el continente es el contenido, recalca Ricardo Abuauad, quien agrega dos elementos más como requisitos para una obra de gran escala: que esté inserta en un plan mayor y que la decisión sea lo más informada posible, con un concurso, por ejemplo, de tal forma que se valide como proyecto.

Explica que incluso cuando se toman las decisiones supuestamente correctas, se corre el riesgo de tener un proyecto equivocado. Era el peligro de la propuesta del arquitecto y artífice de Brasilia, Oscar Niemeyer, para Valparaíso. Por su amistad con Neruda, Niemeyer regaló un proyecto para edificar un centro cultural en los terrenos de la ex cárcel del puerto. “Pero era una idea que podría haber perjudicado el ya precario equilibrio de Valparaíso, a pesar de contar con elementos correctos como un arquitecto de renombre, un proyecto detonante y una ciudad patrimonial”, explica Abuauad.

Iván Poduje añade que, aunque puede parecer atractiva la idea de la gran obra para posicionar una ciudad o recuperar una zona, definitivamente no puede ser en base a la simple voluntad. “Se debe combinar una necesidad con una aspiración, no puede obedecer a una volada. Segundo, tiene que producirse en lugares centrales; tercero, requiere una dispersión de actividades y cuarto, el Estado debe invertir”.

El Forum de las Culturas en Barcelona es una clara prueba de que la voluntad no basta para hacer un proyecto, ejemplifica Poduje. Luego del éxito de las Olimpíadas, cuenta, se trató de reproducir esa experiencia pero, a diferencia de su modelo, se concentró toda la inversión en un solo lugar, con la excusa del Forum de las Culturas 2004. El costo del proyecto fue de 4.600 millones de dólares, que fue asumido casi por completo por el Estado, a diferencia de los juegos. Si bien el plan ha sido alabado desde el punto de vista de la arquitectura, no generó el efecto económico previsto. Se esperaban 5 millones de visitas durante los 141 días de exposición y sólo llegó un poco más de 3 millones. Hasta la fecha ha generado ingresos por 1.000 millones de dólares: sólo un 20% de la inversión original.

Para evitar esto, recalca Iván Poduje que es fundamental amarrar estas mega obras a una necesidad concreta de la ciudad. “No es llegar e instalar un edificio. En Bilbao se puso el museo sobre un río saneado, canalizado, con una costanera, metro, paseos, etc. Había una apuesta, pero también una razón objetiva, como recuperar un espacio”.

I love Santiago

Todo lo que se haga en la ciudad parece importarle a David Assael. Arquitecto de la Universidad Católica, desde el sitio que fundó, Plataforma Urbana, analiza los cambios, proyectos e ideas que pueden ayudar a hacer una mejor ciudad. El explica que de cómo sea el lugar donde vivimos dependerá nuestra calidad de vida.

A pesar de este rol gravitante, los chilenos no le damos la importancia que tiene a la ciudad ni a lo que pasa en ella. La evidencia más concreta, dice, es que no fue tema para los candidatos presidenciales y a los ciudadanos esto les pareció normal. Tan normal como que ni el proyecto Titanium, ni Costanera Center hayan sido aprobados con la participación ciudadana. “Esos dos edificios se hicieron por la visión de dos empresarios, pero la ciudadanía no participó y no se siente mal con ello. Pareciera que esperamos que vengan el Estado y la gente con plata a hacer ciudad, cuando somos nosotros los que tenemos que exigir”, precisa.

Y esto no implica ser sólo opositores a los proyectos, sino aportar y apoyarlos cuando se llegue a un consenso. Porque finalmente, dice, la ciudad es un reflejo de lo que somos. La postal de Santiago más vendida, apunta, es la de Sanhattan con la cordillera nevada de fondo. Sin embargo, cuando se termine Costanera Center, probablemente sea reemplazada por la torre de 70 pisos con los centros invernales atrás.

Agrega que en la medida en que haya ciudadanos más participativos habrá ciudadanos más orgullosos de su ciudad, un activo tan importante como las grandes obras de infraestructura. En una ciudad, igual que en una empresa, hay activos duros y blandos. Santiago no está tan mal en los primeros, porque ha hecho las inversiones necesarias. Pero le falta en el segundo plano: que la gente sienta que tiene una buena calidad de vida, explica Assael.

“En Santiago puedes tener una calidad de vida mucho mejor que la de Nueva York, pero ellos están orgullosos de su ciudad. El mejor ejemplo es la polera I love NY, que fue una campaña de marketing que la municipalidad lanzó hace 30 años… ¡El 90% del marketing de ciudades como París, Barcelona o Nueva York, son sus propios ciudadanos!”

Los proyectos que se están desarrollando en Chile

Con el bicentenario en el horizonte, varias las ciudades iniciaron proyectos de envergadura. De acuerdo a un catastro realizado por el socio de Atisba Iván Poduje, en 16 ciudades del país existen 103 proyectos urbanos –incluyendo la inversión en los nuevos casinos- que suman 2.922 millones de dólares, de los cuales un 69% son de iniciativa pública y un 31%, privada. De esta cifra, 1.675 millones de dólares están repartidos en 10 proyectos en Santiago; 387 millones de dólares en 7 iniciativas en Valparaíso y 298 millones de dólares en 10 proyectos en Concepción.

Pero vamos a los casos…

Antofagasta recupera sus playas

Pese a contar con 27 kilómetros de costa, Antofagasta vivía la paradoja de no contar con playas, a excepción de un balneario municipal en la zona sur, que claramente era insuficiente. En el año 2000 se aterrizó una serie de iniciativas, entre las cuales estuvo la recuperación del borde costero. Se habilitaron dos nuevos balnearios: uno en el sector norte (playa Trocadero) y otro en el sector central (playa Paraíso), y se mejoró el existente en el área sur. Gracias a estos proyectos se dotó a Antofagasta de 695 metros lineales de frente de playa, lo que implica un incremento de 8,6 veces lo que había antes. Paralelo a esto se logró la descontaminación de áreas de la zona centro de la ciudad, que en el pasado eran sectores de acopio de plomo, y se mejoró la conectividad norte-sur a través de una renovada avenida costanera.

Concepción y la incorporación del Bío-bío

Si no se cruzaba a San Pedro o no se llegaba en tren a Concepción, hasta hace unos años era fácil transitar por la capital de la VIII Región, sin ni siquiera ver el Bío-Bío. Sin embargo, a partir de fines de los 90 comenzó una serie de proyectos que le cambiaron la cara a esta ciudad. A fines de 1999 entró en funciones el puente Llacolén –el tercero de la ciudad- y se habilitaron la avenida costanera y el parque del mismo nombre. Junto con lo anterior se trasladó el centro cívico de la ciudad hacia el sector del antiguo terminal de ferrocarriles. Para ello, se recuperó la torre del reloj de la estación y se construyeron cuatro torres en cada manzana lateral del edificio de EFE, a las que se trasladaron las instituciones públicas de la región.

Resultado: en total, en Concepción se han invertido 298 millones de dólares, lo que le da unos de los índices per cápita más altos del país, con 300 dólares por cada habitante. Del total invertido, 83 millones de dólares se explica por el proyecto Marina del Sol.

Valparaíso: La rehabilitación de un casco histórico

De los 387 millones de dólares que suman los proyectos en la región metropolitana de Valparaíso, 124 millones corresponden a inversión público-privada para la apertura del borde costero. A esto se suma el proyecto por 70 millones de dólares –aportados por el BID- en la rehabilitación del centro histórico de la ciudad. En Viña del Mar destacan las seccionales La Petroleras y la renovación del centro oriente.

Resultado: como apuntan a la reconversión de suelos industriales, esto abrirá la puerta a la inversión inmobiliaria y a la densificación en altura.

Ciudades del futuro

Hay una nueva clase de ciudades emergiendo, las denominadas smart cities o ciudades inteligentes. Todas ellas se congregaron en los encuentros de líderes mundiales organizado por IBM en Berlín, Shanghai y Nueva York, a los que acudieron representantes de casi un centenar de países para debatir y compartir sus experiencias sobre cómo las ciudades pueden volverse más amigables, sustentables e inteligentes, y con ello ubicarse dentro del mapa de las urbes del futuro. Poco de ciencia ficción, pero sí mucho de sentido común es lo que pudimos extraer de una de las tres charlas, en la que Capital estuvo presente.

Dicen que no es tan caro crear este tipo de ciudades. Eso es, al menos, lo que piensa el gurú de IBM, Sam Palmisiano. A su juicio, lo más importante es impulsar nuevos hábitos y “mover el avispero” de prácticas culturales. “Hay que terminar con la lista eterna de formularios a la hora de hacer un trámite, no olvidar que una de cada cinco personas no tiene acceso a agua potable y dejar de apretar la bocina cuando la fila del peaje se demora más de cinco minutos”. Así también se construyen las ciudades del futuro. A continuación, tres casos de éxito:

Seattle, EE UU. Ser feliz, consumiendo menos

Las reservas de energía de Estados Unidos van en retroceso. Este problema lo entendió muy bien una de las ciudades que llevan la bandera de lucha para bajar el consumo de energía en ese país: Seattle. Ha puesto en marcha un sistema para reducir las cargas de energía en la red de suministro eléctrico hasta en un 15%, generando con ello una importante disminución en las cuentas, las que han caído casi en un 10% en promedio. La premisa ahí es que la gente sea feliz consumiendo menos, y se ha extendido más allá del ámbito de la energía, introduciendo soluciones para optimizar el uso de otros recursos como el agua, el plástico y los automóviles. Es precisamente esta condición la que la ha llevado a obtener la fama de capital verde dentro de Estados Unidos.

Estocolmo, Suecia. La capital mas accesible

Pretender ser la capital más accesible del mundo no se logra de un día a otro, pero sí que se puede en un par de años. Es cosa de mirar lo sucedido en Estocolmo. Desde 2007 a la fecha, con prácticas y soluciones simples, no sólo lograron reducir las emisiones contaminantes en un 14%, sino también terminar con la congestión y, además, captar recursos adicionales para obras de infraestructura.

Una medida que ayudó a reducir a la mitad el tiempo de desplazamiento de los ciudadanos fue la implementación de un sistema de peaje automático (sin barreras) gestionado por radiofrecuencia, que cobra un impuesto por congestión y que ha logrado bajar el uso del automóvil en un 18%, al igual que las emisiones de CO2.

Esto generó incentivos como el aumento de vehículos verdes –que están exentos de pagar esa tasa–, cuyo parque se ha triplicado, mientras el número de personas que se desplazan en transporte público se elevó 7%, llegando a 60.000 pasajeros diarios.

Todo lo anterior es parte de un plan de transporte integral que también incluyó un aumento de los servicios de autobús y de las instalaciones de park-and-ride (estacionamientos cercanos a terminales de transporte público), además de emplear un sistema de boletos que conecta los principales modos de desplazamiento. A través de este impuesto se espera que la ciudad ingrese unos 84 millones de dólares en 2010, un dinero que se reinvertirá en infraestructura de transporte.

Songdo, Corea. La ciudad omnipresente

A sólo 65 kilómetros de Seúl, se está desarrollando una ciudad con la más alta tecnología y acceso a servicios de red. Será una especie de laboratorio de gran escala, que albergará a más de 65 mil personas y estará terminada en 2014.

Claramente, aquí el presupuesto sí que importa: está comprometida una inversión de 25 mil millones de dólares para la primera ciudad ubicua (por su forma de U) del mundo, donde todos sus sistemas están conectados, abriendo paso a lo que se denomina la ciudad omnipresente. Datos médicos, comerciales, residenciales y de gobierno serán compartidos a través de un sistema único de información, las computadoras estarán conectadas a las calles, casas y oficinas. Será sin duda una nueva forma de vida, en que los ciudadanos tendrán acceso a nuevos servicios, que van desde reciclaje automático a tarjetas inteligentes universales que servirán no sólo para pagar las cuentas, sino para acceder a registros médicos, ver una película, pagar el metro o abrir la puerta de la oficina o departamento. ¿Qué tal?

Ideas para inmortalizar

Sin ninguna restricción y con recursos ilimitados como hipótesis, desafiamos a cuatro arquitectos a lanzar ideas para poner a Santiago u otra ciudad de Chile en el mapa mundial. Las propuestas fueron diversas, pero con un factor común: todas son realizables, la ciencia ficción es para otros…

Un corredor de mar a cordillera

Iván Poduje y equipo Atisba*

Para la mayoría de los turistas que visitan nuestra ciudad, el principal atractivo de Santiago es la corta distancia entre el borde costero y la alta montaña. El problema es el tiempo de viaje. Si bien el trayecto a Farellones es de 32 kilómetros, su recorrido puede demorar más de dos horas, mientras que hacia Viña, a 122 kilómetros, el itinerario dura menos de una hora y media. El desafío de nuestro proyecto es emparejar estos tiempos, comprimir el territorio y acercar la cordillera a la ciudad, equiparando o reduciendo el tiempo del traslado hacia el mar.

Al abrir este nuevo frente lograremos que Santiago deje de ser una “sala se espera” para explorar Chile. Una estancia temporal por la que pasan los turistas antes de partir a San Pedro de Un corredor de mar a cordillera Iván Poduje y equipo Atisba Atacama o a las Torres del Paine. Esta idea, ya enunciada por municipios y urbanistas, no es muy compleja. Actualmente hay un problema real de congestión y se podría aprovechar esa coyuntura para mejorar el camino y asociar su desarrollo a la apertura de senderos y miradores que permitan acceder a los parques y reservas naturales, regalando vistas increíbles hacia la ciudad. Este corredor también tendría impactos económicos relevantes: la reducción de los tiempos de viaje permitiría potenciar el crecimiento de los centros invernales, de hoteles y equipamientos turísticos en los parques y miradores comprendidos entre El Arrayán y Farellones.

Se puede perfectamente pensar en la extensión de Kennedy y la Costanera Norte hacia la cordillera, con un estándar de velocidad menor y con un diseño que minimice los impactos urbanísticos, desplegando senderos, rutas turísticas e inclusive andariveles que permitan acceder a los parques y reservas naturales.

*Equipo Atisba: Iván Poduje, arquitecto y magíster en desarrollo urbano de la Universidad Católica; Hernán Fontaine, arquitecto de la Universidad Católica, y Óscar Gutierrez, arquitecto y magíster en desarrollo urbano de la Universidad Católica.

Una torre bicentenario para Concepción

Mauricio Pezo*

Una estrategia de integración entre arquitectura y naturaleza supone reconocer que los puntos de contacto entre urbanismo y geografía necesitan ser consolidados.

Para reforzar uno de estos puntos de contacto entre ciudad y territorio, propongo la fundación de una gran torre mirador sobre el cerro Chepe, una de las pocas lomas-isla del valle. Una posición que es visible para toda la intercomuna, desde Concepción a San Pedro, de Chiguayante a Talcahuano. Este edificio, la Torre Bicentenario, es sin duda el merecido monumento para conmemorar la independencia del territorio patrio al pie de su frontera históricamente más conflictiva y, a la vez, para celebrar la nueva escala metropolitana que promete la intercomuna.

Esta sería una pieza que a la distancia funcionaría como hito, como un punto de referencia. Luego, su presencia se abriría a las asociaciones sensibles, o de lectura subjetiva, que podrían convertirla en un signo permanente de la identidad colectiva.

Esta torre tendría una doble estructura circular, como dos cilindros concéntricos por cuyo espesor se desarrollaría una, por momentos, casi infinita escalera en espiral. Esta escalera no tendría descansos, sólo gradas lo suficientemente amplias como para alivianar el tranco o detenerse sin bloquear el paso.

Durante este ascenso, iría surgiendo una secuencia de perforaciones en los muros. Cada siete gradas aparecería una perforación a un metro y medio sobre el piso. Cada treinta gradas, lo que coincide con la mitad de un giro del espiral, se cruzarían diferentes aberturas diagonales, unas orientadas hacia el cielo y otras a puntos estratégicos de la ciudad: sus plazas, sus iglesias, Una torre bicentenario para Concepción Mauricio Pezo sus puentes. Y cada tanto aparecerían otras a ras de piso; por cierto, incómodas de usar, en dirección a los lugares más decadentes de la ciudad: a esos lugares que nadie mira.

*Mauricio Pezo es arquitecto de la Universidad del Bío-Bío y magíster en Arquitectura de la Universidad Católica de Chile. Es socio del estudio Pezo von Ellrichshausen Arquitectos y profesor en las escuelas de Arquitectura de la Universidad de Bío-Bío y de la Universidad de Talca.

Recuperar las azoteas

Alberto Fernández*

A partir de una estrategia de repoblamiento de las quintas fachadas o techos del centro de Santiago, se puede cambiar radicalmente la percepción gris de la capital. Esta estrategia busca recuperar los cientos de miles de metros cuadrados disponibles en las azoteas de los edificios del centro y, a la vez, proveer una nueva visión de este sector de la ciudad.

Un proyecto así puede plantearse como un nuevo recorrido público de la ciudad en altura, conectando los puntos de interés de la ciudad a partir de una serie de recorridos aéreos atractivos tanto para el habitante como para el visitante de Santiago.

Los beneficios son varios:

• Aprovechar los espacios disponibles de la ciudad sin necesidad de expandir aún más nuestra capital.

• La disminución de la temperatura en los edificios.

• Una mejora sustancial de la calidad de vida de los habitantes al proveerlos de equipamiento nuevo, “separado” del diario vivir, pero “cercano” a sus actividades cotidianas. Recuperar las azoteas Alberto Fernández

• La provisión de una nueva red conectiva en la ciudad.

• Entregarle a la capital un nuevo espacio que cambie su imagen actual de zona saturada y contaminada.

A modo de ejemplo existen proyectos de esta naturaleza, como la recuperación de las vías de metro obsoletas en Nueva York, transformándolas en áreas públicas.

Concretar un proyecto de estas dimensiones es un gran desafío en el que podrían participar agentes privados –relacionados con el mundo de la publicidad, por ejemplo– y públicos, como el municipio y los habitantes de los edificios.

*Alberto Fernández es arquitecto y académico de la Universidad de Chile. En 2009 recibió el Premio Arquitecto Joven del Colegio de Arquitectos de Chile.

¿Y por qué no un verdadero Central Park?

Enrique Brown*

Una obra redistributiva -con un positivo efecto en la calidad de vida de todos los habitantes de la ciudad-, más que una obra grandiosa, propone para Santiago Enrique Browne. Una combinación que se lograría plenamente si la ciudad se decidiera a invertir seriamente en el Parque Metropolitano del cerro San Cristóbal, para convertirlo en nuestro Central Park, explica.

Razones hay muchas. La primera, su centralidad geográfica y social. “De varias comunas y de distintos niveles socioeconómicos”, recalca. Dos, porque aunque se trata de una superficie 10 veces mayor a la del famoso parque de Nueva York, pocos lo reconocen como el gran parque de Santiago. Un pseudo olvido que, según Browne, tiene una explicación: pocos lo visitan.

Y no lo hacen porque falta inversión. Desde luego, se necesitan muchísimos más árboles, sobre todo en el lado norte, y nuevos circuitos de actividades. “Para empezar, sacaría el ¿Y por qué no un verdadero Central Park? Enrique Browne zoológico de donde está y lo cambiaría al lado norte, y concentraría todas las antenas del cerro en un solo lugar, porque hoy contaminan visualmente el cerro”.

Una obra así, añade, no sólo tiene un costo abordable, sino que permite cambiar la cara de la ciudad en corto tiempo.

“Podríamos tener un parque tan atractivo y querido para los habitantes de Santiago como lo es el Central Park en Nueva York, y que está rodeado de los mejores edificios, de los mejores museos, etc. Porque no es que el Central Park sea tan espectacular, pero todos lo quieren y lo visitan”.

*Enrique Browne es arquitecto y magíster en planificación urbana de la Universidad Católica de Chile. Ha obtenido 34 premios y 30 menciones de honor en concursos y bienales de Arquitectura. Entre sus obras más emblemáticas figuran el centro comercial Vitacura-Manquehue, el edificio Consorcio y el Puente Zapallar.