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¿Es posible hacer zonas más resilientes?: Expertos abordan los desafíos de la reconstrucción tras los megaincendios

Desde reubicar las viviendas hasta avanzar en un trabajo de concienciación a largo plazo, son parte de las alternativas que emergen para enfrentar de mejor manera estos desastres . Chile ha enfrentado por más de dos semanas el desarrollo de incendios forestales, la mayor parte de ellos, concentrados en la […]

Desde reubicar las viviendas hasta avanzar en un trabajo de concienciación a largo plazo, son parte de las alternativas que emergen para enfrentar de mejor manera estos desastres .

Chile ha enfrentado por más de dos semanas el desarrollo de incendios forestales, la mayor parte de ellos, concentrados en la zona centro-sur del país; hay miles de casas destruidas, más de 2 mil personas que han debido recibir algún tipo de atención de salud, y más de 20 muertes que lamentar producto de la emergencia.

Las cifras, permiten entender, en parte, la magnitud de los siniestros. En algunos casos, vuelve a la memoria colectiva los complejos episodios que vivió el país en 2017, puesto que la «fórmula» se repite: la acción u omisión del ser humano, condiciones climáticas desfavorables, y la sequía extrema, son parte de los elementos que se conjugan para este escenario.

La pregunta muchas veces es cuánto se ha aprendido de los siniestros pasados, aquellos que desde 2010 en adelante se han comenzado a denominar como «megaincendios», y cuánto realmente se puede hacer para que tanto la institucionalidad, el mundo privado y cada particular pueda prevenirlos.

Esto, porque los expertos advierten que estos eventos no sólo son cada vez más severos en su magnitud, sino que serán más frecuentes, con todos los efectos sociales, económicos y ambientales que implican. Por eso, los desafíos tanto de la reconstrucción con de la rehabilitación del suelo son amplios y deben considerar una multiplicidad de dimensiones.

Las condiciones base

«Las especies se van a quemar sí o sí, independiente de lo que haya: sea pino, eucaliptus, bosque nativo, matorrales», dice en conversación con Emol Carolina Álvarez, académica de la Universidad O’Higgins e integrante del Instituto de Ciencias Agroalimentarias, Animales y Ambientales.

De acuerdo a Álvarez, si bien muchas veces se hace la distinción entre bosque nativo y plantación exótica y donde algunos pueden ser mas ignífugos, una de las mayores complejidades tiene relación con la homogeneidad del sistema, esta suerte de «manto verde, denso, hace que el fuego se propague mucho más rápido», que además tiene «árboles de crecimiento rápido, con alto consumo de agua, que hacen que la humedad del suelo sea menor».

Por el contraste, un bosque nativo suele ser más irregular en su estructura, pero la académica recalca que, de todas maneras se puede destruir, «dada las condiciones ambientales que existen actualmente, sobre todo porque hace mucho rato tenemos esta condición del 30-30-30; es decir, menos de 30% de humedad relativa, más de 30° de temperatura y vientos mayores a 30 km/h».

Rehabilitación del suelo

El académico Horacio Gilbert, miembro del Centro de Cambio Global de la Universidad Católica, plantea que en la dimensión de la rehabilitación del suelo, es una buena alternativa construir «islas de fertilidad», es decir, arreglos de vegetación que promueven la acumulación de nutrientes.

«Se trata de enmiendas en el suelo, porque muchas veces, dependiendo del grado de intensidad o la severidad del suelo, no queda mucha materia orgánica disponible. Aportar con materia orgánica le da sustento a la vegetación», sostiene. Por otro lado, y luego de avanzar con ese paso, el académico plantea que es importante «tratar de tener una vegetación que sea un poco más resistente al fuego, y yo diría que cualquier especie nativa es apropiada».

Cortafuegos y mantención

La construcción de cortafuegos son, a juicio de los académicos una de las principales herramientas para incorporar y pensar el ordenamiento territorial, pero siempre y cuando esto vaya de la mano con una adecuada planificación y mantención.

«El cortafuegos es esencial, porque dificulta la propagación del fuego y también ayuda al trabajo de los brigadistas, por ejemplo, para acceder a la zona comprometida y por supuesto, puedan controlar de mejor manera el fuego», comenta Álvarez. Sin embargo, destaca que es cierto que en algunas oportunidades éstos no se construyen por el alto costo que implican o porque se trata de una superficie donde «ya no se puede producir.

Frente a este problema, Gilbert complementa que una alternativa es apoyarse en los mapas de las zonas de riesgo, las que están ampliamente detalladas en la literatura. Otra problemática asociada a los cortafuegos es que muchas veces se convierten en basurales, puesto que no existe una mantención adecuada para prevenir que caiga material combustible proveniente de la propia naturaleza, y de las personas que dejan caer basura en su interior. «Esto básicamente le da continuidad al combustible», dice Gilbert.

Distancia apropiada entre viviendas y la vegetación

En cuanto a la dimensión de la reconstrucción de viviendas y, en definitiva, de toda aquella infraestructura que el fuego haya destruido, los expertos recalcan que toda configuración que incluya viviendas o emplazamientos cercanos al bosque siempre constituirá un riesgo. «Incluso más allá de los cortafuegos o del material de la casa, es clave que exista una distancia considerable entre las casas y la vegetación, eso literalmente te puede salvar la vida», dice Álvarez.

Esta recomendación usualmente apunta a que esté a unos 30 minutos de distancia. Gilbert complementa que también se debe poner atención en la matención de las especies que están alrededor de una vivienda, «y eso implica dejar una franja sin vegetación, o tener una vegetación más baja cerca de la casa».

Por su parte, el arquitecto y director de Atisba, Iván Poduje, coincide en que pese a que exista determinada materialidad que puede ayudar en las viviendas, es cierto que en medio de un megaincendio de esta naturaleza, el daño que se genera es muy grande, «a lo más, puede quedar la estructura en pie, pero es muy complejo evitar que la vivienda se queme cambiando la materialidad». Además, subraya que esta vez, la afectación ocurrió en zonas rurales, a diferencia de lo que se vivió en 2017 en Santa Olga, «entonces, creo que inevitablemente, hay que relocalizar estas zonas rurales; porque por más que dejes cortafuegos en esas áreas, es difícil evitar que el fuego llegue a las viviendas, por estar inmersas en el bosque».

Dicha relocalización, sostiene, debería ser «lo más próximo posible a la zona en que residían estas personas, porque en esos lugares están sus fuentes de trabajo y sus familias, y eso en general es lo que se procura hacer. Lo importante es buscar lugares más protegidos, es decir, estar lejos del bosque, mejores accesos, y que el Estado habilite áreas base de combate de incendios, próximos a esos nuevos asentamientos». A largo plazo: Educar a la población «Una de las mejores herramientas que tenemos, que es más global y tal vez a largo plazo, es la educación», sostiene Álvarez. Esta tarea debe comenzar por los niños, pero también por crear cultura entre los adultos; «que se entienda que de hasta lo más mínimo se puede generar una influencia negativa y un siniestro».